jueves, 14 de mayo de 2009

UN ÁNGEL DE ALAS ROTAS

para Hugo Neira Paredes, un buen y apreciado amigo, este pedazo de arco iris que siempre brilla después de las tormentas

Desprevenida iba caminando por la calle. Hacía ya un rato que dejara de entretenerme en romper con mis zapatos las caídas hojas con que el otoño tapizaba las veredas. Me gustaba ese ruido seco que hacían al quebrarse. Me servía para olvidarme que debía atravesar ese barrio solitario, de anchas veredas bordeadas de árboles tan inmensos que parecían tocar el cielo con sus ramas.
No soy muy temerosa, pero la noche dibujaba seres extraños en complicidad con la fronda.
La imaginación siempre pone su toque de fantasía. Los cuentos de hadas y duendes, tantas veces repetidos en las veladas familiares, agregaban desde la memoria del pasado, su pequeña cuota de misterio.
Pensé cuánto me había alejado de la pequeña niña que los oía asombrada grabando en su corazón puro y tierno, aquellas palabras murmuradas por la boca desdentada de su abuela.
Casi no reparé en el momento en que una luminosa brillantez atravesó el follaje ennegrecido de los árboles. Fue en ese preciso momento en que cayó a mis pies como un meteoro de luz blanca. Cautivó mis ojos que lentamente se posaron sobre él. Era un pequeño ángel de luz con las alas rotas. Gemía suavemente como pía un inofensivo pájaro herido. Lo tomé entre mis manos y se acomodó en el nido de mis dedos fríos. Su luz les dio calor, sentí la palpitante tersura de su piel. Mi pequeño ángel estaba desnudo. Desnudo como mi ternura de mujer solitaria. Me miró con sus ojos dulces. Algo en esa mirada movilizó las íntimas fibras de mi condición femenina. Fue apenas un instante, un fugaz instante, pero mi matriz virgen pudo presentir lo que significaba dar vida.
En ese momento sentí cómo iba creciendo.
Movió las alas doloridas y se acomodó en el hueco de mis brazos. Con un pequeño dedo tocó mi corazón. Me fascinaba...no podía apartar la vista de ese ser que palpitaba tanta vida y que, sin embargo por extraña contradicción, se estaba apagando.
Algo tenue, como una melodía exótica y hechizante surgió de su garganta. Y con ella, el ángel creció otra vez...de pie a mi lado, ya podía abrazar mi cintura. Un cerco semejante al hierro fueron sus brazos al ceñirme. Intenté sustraerme, alejarme de allí, pero permanecía en una inconmovible unidad con la tierra bajo mis pies...
Lo insólito de la situación me encontró pensando en qué me sucedía, ¿qué sucedía?. La pregunta cobró consistencia en mi mente. ¿Qué arcano misterioso, qué casualidad hizo que se precipitara justamente a mi paso? "Las cosas no suceden por casualidad". La afirmación se oyó nítida. Es cierto.Siempre había afirmado convencida de que todo tiene una causa. "Las cosas suceden por causalidad", me encontré afirmando en voz alta. Pero no alcanzaba a darme cuenta de cuáles serían las causas de este encuentro.
Cerré los párpados. Cuando los abrí, el ángel sobrepasaba ya mi altura. Ahora sus alas rotas sangraban, pero aún las podía mover. Me tomó de los hombros y me volvió hacia su rostro. Sonreía. Desplegó sus alas y me envolvió en ellas. Viví cómo mi sangre por ósmosis extraña pasaba a su cuerpo, restañando las heridas, curando sus miembros quebrados.
El abrazo de la criatura celestial era intenso, como queriéndome fundir en una sola esencia con su realidad desconocida. Aumentó la intensidad poco a poco, mientras mantenía sus ojos dominando los míos. Así fue bajando la cabeza hasta rozar mi boca. Absorbiéndome...más aún, extrayendo hasta mis más secretos sentimientos...Chupándome, convertida toda en una masa líquida que anhelaba esa posesión extraña. Inexplicable.
Me estremecí, intenté sustraerme a su sortilegio, pero no me dejó hasta que mi corazón tantas veces herido, ocupó su pecho. Entonces...batió sus alas y se perdió, feliz, regenerada cada célula de su armonía espiritual por sobre la realidad de mi envoltura carnal, en los espacios siderales...
Y yo quedé llorando.

Haydée Norma Podestá

2 comentarios:

CACHORRO SCOLARIS dijo...

Me encantó. Me sentí identificado, como si me conocieras o te hubieran contado de mí. Jajaja
Felicitaciones!

Haydée Norma Podestá dijo...

Muchas gracias Cachorro...No, no te conozco...o quizá sí...de otra vida...todo puede ser...Pero, ¿viste que muchas veces nos sentimos identificados con personas muy distantes en tiempo o en distancia? Me encantó tu buen humor...otra cosa que posiblemente compartimos, la risa. Un abrazo. Haydée