domingo, 31 de mayo de 2009

DESDE LA BAÑERA

Todo comenzó cuando ese rayo de sol, colándose intruso por la ventanuca de la pared del cuarto de baño, incidió en la bañera...o quizás antes, cuando había decidido que era tiempo de mimarse un poco y relajarse en un baño de inmersión.
Habitualmente se daba una rápida ducha, enjabonándose minuciosa con esa pastilla de aroma a jazmines que tanto le gustaba a Jaime. Ésa, que hacía que él, en los días que se encontraba en el departamento, viniese oliendo el aire como un león en celo, y, gruñéndole detrás de la mampara, la sorprendiera dibujándole arabescos con los dedos sobre su piel morena. Qué voluptuosidad le daba la sensación de sus manos fuertes deslizándose por su cuerpo y jugando a inventar figuras con trazos de la espuma jabonosa. No podía evitar lanzar al aire humedecido de la pequeña habitación su risa alegre. No podía evitar la tentación de darle besos mojados por todo su amado rostro y de abrazarlo fuerte, muy fuerte hasta obligarlo a compartir la ducha. Entonces comenzaba la repetida ceremonia de desvestirlo bajo el chorro de agua tibia hasta poder contemplarlo en toda su masculinidad mientras él iba colocando el champú en su largo cabello rubio y se lo lavaba con idéntica concentración mística con que un monje ora en un santuario. ¡Cielos!, dijo al aire, ¡cómo amo a ese hombre!
Pero hoy Jaime estaba lejos y ella disponía de más tiempo.
Había colocado el tapón para evitar que se escurriera el agua en tanto abría las dos canillas para acortar el tiempo de la impaciencia. Hurgó en un estante buscando las sales de baño aromatizadas con lavanda que se diluyeron inmediatamente al arrojarlas y agregó un chorrito de aceite de almendras. Un relampagueo color de noche oscura la hizo parpadear.
Se descalzó; el piso recibía una a una las prendas que se iba quitando hasta sentir su desnudez. Se miró en el alto espejo biselado e inclinando la cabeza sobre un hombro apreció la curvatura de su cuello modelado para el beso, acariciándose la incipiente pancita que tanto amaba su hombre. Después se hundió en el agua tibia y aromada, dejando que ésta la poseyera, hasta que sólo asomaba su cabeza.
Un suspiro de satisfacción acompañó el cerrar de sus ojos y se dispuso a relajarse sin pensar en los momentos que irían transcurriendo en esa somnolienta siesta de mayo.
Fue en ese momento que el rayo de sol había irisado las pompas de jabón que se formaban en la superficie del líquido. Algo cambió imperceptiblemente en el ambiente como si una misteriosa mano hubiese evaporado las paredes y un paisaje umbrío y palpitante se apoderase de cada rincón para ensombrecerlo; sólo el rayo de sol continuaba jugando a la mancha de colores con las esferas de jabón que comenzaron a aumentar de tamaño y a danzar en el espacio infinito que la mantenía prisionera. Abrió con asombro cada vez mayor sus ojos porque cada pompa de jabón se convertía en un pequeño escenario donde se desarrollaban diferentes escenas de su vida: calidoscopio de fotografías animadas que, en sus coloridas viñetas, le permitieron apreciar simultáneamente su historia personal. Todo su pasado estaba contenido allí. Fascinada no podía apartar los ojos de la improvisada danza. No supo cuántas horas había transcurrido en la hipnóptica contemplación de los recuerdos. Después notó que las imágenes felices, los momentos más gratos eran los primeros que se desvanecían. Entonces pudo recordar las penas más profundas, aquellas que creía sepultadas para siempre y que hubieron de marcar cicatrices olvidadas en el tiempo.
Algo amorfo, como una telaraña de manos que surgían de las pompas de jabón pretendían alcanzarla no ya para dibujar los graciosos arabescos de su Jaime sino para desgarrar su piel con extraños y dolorosos tatuajes. Intentó gritarles que se alejaran pero su garganta no emitía sonido alguno. La maraña de dedos serpenteantes se acercaba cada vez más...la acorralaba contra el fondo de la bañera. En la desesperación para evitar ahogarse fue retrocediendo contra las canillas, arañándolo con sus uñas. En un instante sus dedos tropezaron con el tapón que impedía al agua su fuga y tiró de él con vehemencia. Rápidamente el cuenco comenzó a vaciarse y las pompas de jabón estallaron en el aire... pero igual ella sentía cómo su cuerpo se estiraba, se elastizaba, se desdibujaba, se diluía para finalmente escurrirse por las cañerías junto al borroso líquido aromado a lavanda y almendras.

Jaime nunca supo cuándo ni por qué lo había dejado en completa soledad su niña del alma...Tampoco se explicaba la misteriosa razón por la cual el aroma a jazmines que ella tanto amaba persistiese en el cuarto de baño cada vez con mayor intensidad a pesar del paso inexorable del tiempo.

Haydée Norma Podestá - (Rosario, 28/ 05 / 09)

1 comentario:

Norma Ruiz dijo...

haydee, leí en rosario escribe tú blog. yo también publique el mío. estuve leyendo lo que escribiste, y me pareció, que era yo la que estaba en la bañera, la descripción parece tan real. que despierta un sentimiento de tristeza y al vez de emoción- buen hallazgo-
te seguiré visitando
besos