domingo, 24 de mayo de 2009

"PATA DE PERRO"


Carreteaba la autopista a Santa Fe agradeciendo por poder dormitar un rato en el asiento.

Un día cálido de esplendoroso sol demoraba el verano que no se decide aún a dejar paso al otoño; sólo algunos fresnos se han animado a los amarillos y marrones , el resto de los árboles permanece inmutable como no queriendo darse cuenta de que casi casi estamos entrando al invierno.

Una hora antes, dándome escaso margen de tiempo para abrir la puerta pues regresaba del gimnasio, había recibido una llamada de mi yerno; me daba quince minutos para cambiarme y alistar una cartera, pues partía hacia la capital de la provincia a una regata y me pasaba a buscar con mi hija.

Con el sol besándome los párpados y el arrullo del motor en los oídos, los recuerdos de otros viajes me abrazaron para adormecerme.

Mis primeros viajes fueron a través de la lectura de los libros . Desde los seis años comencé a viajar al centro de la ciudad para asistir a la escuela Normal Nº 1 y apenas aprendí a leer acompañaba el largo trayecto diario con la lectura de algún libro, libro que continuaba conmigo al regresar a casa, compañero inseparable de mis desvelos hasta muy entrada la madrugada para poder terminarlo, cuando, dado el beso de buenas noches a mi familia, me aislaba en mi dormitorio cerrando perfectamente los postigos de las antiguas puertas vidriadas para que no se filtrase algún rayo de luz delatador. Libros que me llevaban por los sitios más increíbles de este mundo fabuloso de mi niñez de la mano de Sandokán, el Príncipe Valiente, el Corsario Negro, el rey Arturo y tantos personajes y autores como cayesen entre mis manos. Entonces soñaba con vivir viajando continuamente cuando fuese grande...y el hacerlo tenía las mismas posibilidades que cualquiera de las salidas que realizábamos cuando mamá nos llevaba "de visitas" a casa de familiares y amigos. Después, la vida se encargó de mostrarme que, para mí, no iba a ser sencillo viajar tanto como lo había hecho con mi imaginación. Sin embargo, no puedo decir que no he ido recorriendo senderos en este camino de mi vida.

Mi destino me impuso por un lado los viajes de traslado: de Fisherton al centro de Rosario; de Monte Buey (Córdoba) o de Correa (Santa Fe), lugares de residencia en etapas de mi existir, a mi casa natal; los fines de semana, por las localidades aledañas, Funes, Roldán, Carcarañá, Cañada de Gómez; Cruz Alta, Arteaga, San José de la Esquina y tantas otras que se agolpan en la mente, como las que recorrí en mi época de dirigente gremial que me llevaron a andar por todo el centro y el sur de mi provincia. Están los lugares de mi país a los que vuelvo habitualmente, Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Mendoza, Merlo. Aquellos que recorrí en vacaciones en Argentina, en Chile, en Brasil, en Uruguay.

Nunca sé cuando amanezco adónde me pueden llevar las horas del día por más que tenga una rutina de obligaciones que cumplir. Porque basta que me diga alguno de mis hijos o de mis amigas, "¿ venís?...viajo a..." que antes de saber dónde ya estoy diciendo "¡vamos!!" y en quince minutos estoy preparada para salir adonde sea, tal es la práctica que me ha dado la experiencia de los viajes que no necesito ni mucha ropa ni mucho tiempo para alistar todo lo mínimo necesario.

Pero los viajes que más me gustan son los que programa mi hija, que salió con una capacidad de orden, organización y precisión con la que yo no cuento. Claro, yo le digo a los chicos(mis hijos)que soy "bohemia" a lo que ellos me responden de muy buen humor "mamá, vos sos despelotada" . Pero, en mi desorden organizado, jamás pierdo las cosas...y todo aparece en el momento justo. Reconozco que es uno de mis propósitos permanentes y que, con los años, tengo todo mucho más ordenadito, pero me sucede como con el tiempo, mis concepciones personales sobre ambos no comulgan con las de la mayoría de la gente.

Decía que son los viajes que más me gustan porque además de cuidar todos los detalles y procurarse información sobre itinerarios, lugares turísticos y alojamiento y tener todo resuelto a la hora de partir, siempre me los comunica a último momento y me ha dado la sorpresa de llevarme a conocer algunos de los sitios de este mundo que yo soñaba en mi niñez. Una semana, antes de partir (por suerte , mi pasaporte siempre está actualizado) a recorrer algunos puntos de Europa y a terminar en Nueva York; un día para prepararme a ir con ella con sólo una mochila en ómnibus de larga distancia, parando en hostels, a recorrer el sur hasta Usuhaia; media hora para salir en auto a conocer las costa brasileras, son ejemplo de los límites de tiempo que le concede para preparativos a mi pasión de moverme por el planeta...y eso que no vamos a poder viajar todo lo que hubiésemos deseado hacerlo juntas. Pero cómo doy gracias por tantos momentos compartidos, las dos solas, de cara a la naturaleza, charlando de tantas y tantas cosas.

Como una racha que llega del pasado, las palabras proféticas de mi madre, las que usaba para referirse a quien estaba siempre yendo de un lugar a otro, "pata de perro", chispean en mi memoria...porque reconozco que soy "pata de perro" y que si llegara a haber un cataclismo, poco probable es que sea el techo de mi casa el que se desplome sobre mí. Seguro que me va a encontrar en otro lado...Porque es como digo frente a cada salida con mi mejor sonrisa...demasiados años voy a pasar después acunadita en los brazos de la Pacha Mama, cuando los que me quieren me lleven a esa parcela del Parque de la Eternidad que está a mi nombre.
Haydée Norma Podestá

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