martes, 29 de noviembre de 2011

VOLVER A AMAR



Descender
al fondo último del abismo;
verterme en el magma de algún sismo
que conmoverá las entrañas
de mi propia tierra.
Perderme
en el laberinto de voces milenarias,
en las raíces de espesuras centenarias,
vital rumor acompasando las extrañas
voces de mi fronda.
Resurgir
en las invisibles venas del planeta
para poder concretar así mis propias metas,
proyección de sueños visionarios
nutriendo mi espesura.
Esperar
en la verdura floral de renaceres,
en el ciclo plural de amaneceres
que prometen nuevas sendas
luminosas a mi alma.
Creer
en la pura ilusión de los afectos,
dejando de lado los trayectos
que oscurecieron alguna etapa
que huye de mi vida.
Saber
que estoy destinada en esta hora
para volver a amar con ansias locas
en cada latido redimiente
de mi cansado corazón herido.
Volver a amar...
Imposible pensarlo, murmuraba;
y hoy descanso en la fuerza de sus brazos
haciendo realidad otra alborada.

Haydée Norma Podestá
Rosario, 24/11/11
Santa Fe, Argentina
Derechos reservados

viernes, 25 de noviembre de 2011

MENSAJE 2




Seguirá llegando
todas las mañanas
ese beso puro
que envío por vos.
Seguiré guardando
dentro de mi alma
ese amor inmenso
que vive por vos.
Pero en la ronda
que enlaza los días
tejiendo las horas
tan lejos de vos,
reaprendo las risas
con otras caricias
de un amor ardiente
que ya no sos vos...

Quizá es el premio
que me da la vida
por haberte amado
más allá de mí.
Tal vez en tu ahora
te amen con locura,
con pasión intensa
como te amé yo
y en tu rostro amado
posen su ternura
murmurando versos
como lo hice yo...

Pasarás tus días
reviviendo encuentros
mientras yo resurjo
a un mundo de luz;
pero el relicario
de mi pecho amante
guardará el recuerdo
de tu dulce voz.
Yo te dije siempre,
más allá de todo,
y aunque hoy lo ame
no te olvido a vos
pues fuiste la fuente
de mis ilusiones,
el alma gemela
que el destino envió.

Pondrá la distancia
sus amores nuevos,
olvido o nostalgia
verterá en los dos.
Moriré en  mi cuerpo
-amor de tu vida-
cerrarán tus ojos
- de la mía, luz -
pero nuestra historia
más allá del tiempo,
más allá del mundo...
¡es eterno amor!

Haydée Norma Podestá
Rosario, 25/11/11
Santa Fe, Argentina
Derechos reservados

lunes, 21 de noviembre de 2011

HISTORIA DE LA JUANA, EL CEIBO Y EL PELAGIO


Nuestra flor nacional













La Juana era la hija menor de doña Crescencia, orgullosa descendiente de los avá, tribu de guerreros a quien los españoles de la conquista llamaron guaraníes al escuchar sus gritos de guerra guará-ny…¡combatir-les!.
Doña Crescencia siempre le repetía a su incontable descendencia de hijos, nietos y bisnietos que la sangre regada en tierra de tantos hombres torturados y muertos por los invasores se había hecho savia en las venas de los árboles del monte espeso y misterioso y que en las noches de luna nueva, cuando más umbría era la espesura, se podían escuchar sus lamentos repitiendo en una salmodia interminable…guará-ny…guará-ny…guará-ny…Era la venganza de Añá, el dios de la muerte y de la enfermedad porque los hombres que bajaron desde el Amazonas buscando la “Tierra sin mal”, lo habían desdeñado frente a Ñamandú, el dador de vida, el sustento del orden universal.
Fuera por los dichos de la anciana, fuera porque las sombras nocturnas y la ausencia de luz lunar imponían respeto a la familia de la vieja, el caso es que ninguno se aventuraba más allá de las paredes del rancho cuando Yasy, la luna,  decidía ocultar su bello rostro a los habitantes de la comunidad.
Una de esas noches en que más negra era la negrura, tanta que ni las sombras se distinguían en la oscuridad reinante, el Pelagio, el hombre de la Juana, se emborrachó sobre la borrachera que ya había traído del obraje e iba sintiendo cómo la sangre se le volvía plomo fundido en las venas y un deseo primitivo de descargar su furia contenida por tantas humillaciones sufridas en la esclavitud tolerada de su trabajo, sobre el primer ser indefenso que se le pusiera a mano, lo iba poseyendo. Los hijos, que ya conocían en el cuerpo los cambios de humor de su progenitor, escaparon hacia los rincones de la mísera vivienda en los cuales se protegían de los malos tratos.
Con cada sorbo de caña, aumentaba el enojo demencial del Pelagio, cuyos ojos inyectados en sangre escarbaban la penumbra apenas iluminada por el farol de kerosén buscando fuera del círculo de luz alguna presencia humana. Cada tanto su mano buscaba el facón metido en la faja, sobre su espalda, como si quisiera comprobar  que su aliado del coraje cobarde permanecía en su lugar.
Mientras tanto la Juana, agobiada por la atmósfera caldeada de la habitación que era cocina, lugar para comer, depósito y dormitorio para  toda la familia- y tal vez porque sabía demasiado en qué terminaban las borracheras de su hombre- había salido a la frescura de la noche, sentándose sobre uno de los tocones que les servían de asiento bajo la tosca galería quinchada de paja brava. La Juana era fea, con esa fealdad resignada de las mujeres tratadas más como un objeto de uso doméstico que como un ser con sueños y sentimientos. Era fea…pero su voz tenía la dulzura del canto de la mansa yerutí cuando arrullaba a su amada en los montes de naranjales. A la Juana le gustaba cantar; cuando su voz se fundía con el viento le parecía que su cuerpo se volvía etéreo como el aire y que el alma, su alma de pindó, se elevaba libre de las prisiones del cuerpo.
Esa noche, la Juana casi sin pensarlo comenzó a cantar y la guarania se elevó nostálgica hacia los tiempos idos…tiempos que no conocían de guaranias pero en que las tribus eran felices. La voz de la Juana estremeció las raíces y las venas del monte y los árboles agitaron levemente sus copas- yeguaka primigenia-en éxtasis celestial.
El Pelagio oyó el canto de su hembra; una explosión de odio insensato lo poseyó y poniéndose vacilante de pie, avanzó con pesados pasos  hacia la galería, arrancando en su camino la tela raída que cubría la entrada. La Juana suspendió las notas que vibraban en su garganta y, aterrada, alcanzó a esquivar el golpe de cuchillo que la buscaba. Huyó sin pensarlo al monte espeso, sintiendo como el Pelagio, animado por una fuerza sobrehumana, la perseguía. Corría desesperada por una senda invisible, más allá de los arañazos de la espina corona y de las ortigas. Ya se alejaba de la jadeante presencia de su marido, cuando sus pies tropezaron contra las raíces de un añoso ceibo que se interpuso en su camino. Caer al suelo y sentir al Pelagio sobre ella, cerrar los ojos y resignarse a la muerte, fue todo una misma sensación…
Cuando de pronto las ramas del anciano árbol se trocaron en brazos vivientes que la protegieron a ella contra el tronco mientras inmovilizaban al hombre. Una lluvia de fuego se desprendió de las flores rojas iluminando la escena, envolviendo el cuerpo del borracho y convirtiéndolo en cenizas…Sólo su facón quedó tirado a los pies de la trémula Juana.
A la mañana siguiente,  uno de los hijos la encontró abrazada al tronco del ceibo murmurando como enloquecida que Anahí, la indiecita fea de dulce voz, sacrificada por los españoles, había revivido para salvarla de la furia insensata del Pelagio…de quien suponen en el monte que huyó por los remordimientos de conciencia pues nunca más se lo vio por sus lugares habituales.

Haydée Norma Podestá
Rosario, 22/9/11
Santa Fe, Argentina
Derechos reservados
 Imágenes subidas de Internet

lunes, 14 de noviembre de 2011

PIENSO EN VOS...




Sentada
en el borde vegetal de las aceras...
Los pies desnudos
huesudos
transpirados
atrapados
por el calor mordiente
de las hojas de este pasto
calcinado
por el sol de enero,
pienso en vos.
Alguien
en una vieja radio
destroza su melancolía
cantando, en otra parte,
no sé dónde,
en inglés .
Ininteligible queja
en una voz extraña
en que las palabras
sólo son sonidos sin sentido
- para mí-
Sentido…
Comprender las cosas.
Descifrar el mundo.
Atender señales.
Acotar la vida
a este cielo y este suelo.
Me recuerdo
que tu lengua y la mía
son las mismas.
Sin embargo
tus palabras son palabras
sin sentido
cuando llegan
a mi alma.
Entonces
en la tremenda cobardía
de volverme sorda, muda, ciega
las ignoro
fabricando un muro de cristal rosado
para ocultar la torre
aherrojada de mi vida
en que desangro
la desnuda 
incómoda
irreverente
soledad nocturna
en un silencio… sin palabras.

Haydée Norma Podestá
Rosario,12/01/11
Santa Fe, Argentina
Derechos reservados

sábado, 12 de noviembre de 2011

AMANECER





Todo es oscuridad en los jardines...
Lejano, el horizonte se ilumina
de un resplandor de rosas amarillas
que anuncia el nuevo día , en sus confines.

Vibra la vida en torno, despertando
un palpitar de alas y de trinos.
Canta un zorzal un himno a su destino
de libertad; asienten las calandrias...

La rosaleda estalla de pimpollos
donando su frescura y sus olores
Mundo  floral, zumbante de abejorros,

ladrones del néctar de las flores.
El sol naciente asoma, en tenues velos,
dorada luz  que va tiñendo  el cielo.


Haydée Norma Podestá
Rosario, 6/11/11
Santa Fe, Argentina
Derechos reservados

sábado, 5 de noviembre de 2011

VAGABUNDEO

Me pierdo
en las venas asfaltadas
de la urbe.
Vagabunda errática
sobre el entramado barroco
de las ramas de los árboles,
los techos,
los cables telefónicos,
las luces apagadas
que un sol volcánico
sombrea sobre las calles.
Busco identidades
en la multitud de rostros
que se cruzan.
Es en vano.
La masa oleante
de la gente inidentificable
semeja la marea inalterable
de una playa de cemento,
embaldosada,
adoquinada
donde el ojo atento
de algún bache
rubrica la incomodidad
de los andantes.
Maraña inalterable
de hormigas humanas,
robots enfebrecidos,
transitando a ninguna parte.
Me cruzan y descruzan
confundiendo sus rostros
con el mío
en este vagar sin rumbo
por las veredas rotas y asoleadas.

¿Dónde van?¿Adónde voy?
Miran sin ver
-mínima presencia incolora
mi humanidad errática-
indiferentes a las dudas inquisitivas
que me asaltan.
Máscaras pétreas
que ocultan sueños prendidos
a las ruinas de la nada...
El río
pone un límite a mis pasos
y desando la senda enloquecida
que me arrastra al punto inicial.
Aquel
donde me aguardan
las rutinarias acciones cotidianas.
Huir de mí...
Desmoldarme...
Dejar la piel...
Reinventarme en un resplandor de luna
que me invada cada célula,
cada centímetro del alma
y reposar
-sin preguntas, sin respuestas-
la cabeza
sobre mi almohada.

Haydée Norma Podestá
Fisherton, 6/11/11
Rosario, Santa Fe, Argentina.
Derechos reservados

miércoles, 2 de noviembre de 2011

NANA PARA UN HOMBRE NIÑO

Para Jeme Mazzetti Burga, en recuerdo de su mamá.

"Arrorró mi niño,
arrorró mi sol..."
Mi madre cantaba
su canción de cuna
haciendo en sus brazos
un cálido nido.

"Arrorró mi niño,
arrorró mi sol..."
Al dulce murmullo
de su voz de trino
cerraba mis ojos
un plácido sueño.
.

 "Duérmase mi niño,
duérmase mi sol...
Su madre lo cuida
y vela sus sueños.
.

 Un día, ya hombre,
me despediré.
Besaré su frente,
besaré su rostro;
cantaré mis nanas
quedito en su oído;
partiré  a la tierra
donde no se muere,
mientras el rocío
dulce de su llanto
abreva el recuerdo
dentro de su pecho
de quien bien le quiere...
Volveré en los rayos
de los soles tibios;
en rumor de brisas,
aletear de pájaros; 
me abriré en la flores
de las primaveras
y con dedos de aire
rozaré su frente,
beberé su llanto
y en cálido abrazo
-mi muchacho grande-
con mis quedas nanas
lo arroparé..."

Mi madre me canta
su canción de cuna
y en la voz del aire
renacen las nanas.
Palomas del viento
sus manos se posan
sobre mis cabellos
que ya son de plata.
Un tímido beso
despunta en el alba
y roza mi frente
trayéndome calma. 
.
"Arrorró mi niño,
arrorró mi amor...
Duérmase, mi mundo,
que ya nace el sol."


Y cierro los ojos
con ciega confianza...
Mi madre me cuida
con su eterno amor.
"Arrorró mi niño,
mi hombre del alma"

Haydée Norma Podestá
Rosario, 22 de mayo de 2010/ 1/11/11
Santa Fe, Argentina
Derechos reservados