jueves, 10 de diciembre de 2015

DOLOR



Hoy la soledad abruma.
Entreteje la telaraña de sus cantos de sirena
inmovilizando la sangre en las arterias.
Todo en mi cuerpo se detiene.
Hasta el órgano vital
pausa un latido
bajando el pulso.
Un suspiro se escapa
y en el leve rastro de su aliento
galopan los dolores que arrastro
desde el fondo del tiempo
por mi senda.
Agonizo en la suma de las horas
interrogando los por qué
a mi materia.
El alma es inmortal.
No sabe de espinas ni gemidos.
Las células de mi ser terrenal
son las que vibran
en el diapasón discordante
que me aturde.
Hoy ví los rostros sonrientes de los otros,
los que fueron elegidos.
Los que compartieron su alegría
en la ignorancia
de que mi corazón
sangraba gota a gota.
Empapo mi índice
en la caliente sangre que coagula
para escribir en la frente de los ángeles
mis delirios y mi deseo de no ser más en esta vida.
De diluirme en el éter
que circunda este pobre cuerpo
que casi no respira
para poder dormirme
en el abrazo de la tierra
donde volveré a ser polvo
y cenizas.
Hoy
llegué a la cumbre
de mi pena
y ya no deseo estar viva.
Pero mañana saldrá de nuevo el sol,
la noche devendrá en día
y seguiré caminando
mi camino
con la máscara falaz de una sonrisa
en tanto espero
el momento final de mi destino.
La vida late a pesar mío
y debo vivirla
día a día.


Haydée Norma Podestá
Rosario, 9/12/15