Amarillos de sol
fueron los días de mi infancia.
Poco a poco
se abrió el naranja de mi juventud
¿Quizá me vaticinaba
un punto de equilibrio
en mi vida?
Debo preguntarme
cuántos fueron los equilibrados momentos
de tantas situaciones transitadas,
mientras mi mente las envolvía
en los violáceos velos
de la elevación suprema.
¿Acaso se gestaron mientras avanzaban
en ese azulceleste cielo,
que miraba soñadora,
a la sombra de la parra englorietada,
inocencia tendida de espaldas
en el pasto verde de la huerta?
Ya en ese mismo instante
se proyectaba
mi maternidad rosácea,
tan deliciosa y ansiada.
El rojo de la pasión engendrante
de mi continuidad en el tiempo que vendrá,
por el balbuceo de mis infantes
quedó postergado...
largos años...
hasta que estalló en el fuego bermellón
del ser adulto.
Hoy, coqueteo,
entre el plata
del reconocimiento de los otros,
el marrón de mi atavismo planetario
y el inmaculado blanco de la paz
de las cosas realizadas...
pero jamás
jamás
el negro
-ausencia de vida-
o el gris
-resignación de la vejez-,
aunque comprenda todos los matices que entre ambos delimitan,
tendrán espacio
en mi vida.
Haydée Norma Podestá
Rosario, 07/ 09/ 05