martes, 31 de diciembre de 2013

¡¡FELIZ AÑO NUEVO!!






¡¡¡ FELIZ 2014!!!

QUE COMO PÁJAROS LIBRES EN VUELO SE CUMPLAN TODOS LOS SUEÑOS DE

PAZ, AMOR, DICHA Y BIENESTAR.

¡¡¡Un abrazo y un beso enorme a todos!!!!

Haydée

jueves, 26 de diciembre de 2013

NARRADOR DE CUENTOS



Narrador de sueños, pirata del alma,
que pintas estampas de encajes antiguos
sobre las maderas de vetustos barcos
vestidos de siglos, de voces que claman.
Se desliza insomne tu palabra frágil
penetrando el cauce de las venas tibias,
entre los escotes de altivas damas,
los sueños descalzos de los prisioneros
y los estandartes de algún caballero.
Y reptan silentes…
Y evocan mariposas tibias
en las calles muertas.
La luz de la luna
las plasma en estrellas,
entre el enramado
del invierno yerto,
rompiendo los moldes
de las primaveras,
del canto del grillo,
de jóvenes manos
y de viejos versos.
Narrador de imágenes, visionario
ubicuo del goce de un cuento;
retumban tus cantos contra las paredes
de agrisados siglos, de oscuras
cavernas, caracolas rosas, manzanares
prietos y un tambor batiendo
sobre los silencios. Rompen tus palabras
esas telarañas de los fuegos fatuos
que evocan los niños con tímidos besos.
Narrador de vientos…
Soñador sin tregua…
Entre tus murallas
despiertan los sueños,
se quiebran las noches,
¡ estallan los tiempos!

Haydée Norma Podestá
Derechos reservados


domingo, 15 de diciembre de 2013

BENITO


Inspirado en la historia del nacimiento de Benito Quinquela Martín.¿Qué hubiese sentido su madre biológica al morir? Fantasía de una posible realidad...

¡Por fin llegaste, hijo! Ven, estoy mirando tu cuadro. Me gusta mirarlo.  Revive las angustias por los años perdidos y me recuerda la felicidad que siento por tus triunfos.                                                                                                                           
 Pero, sé que ya es tarde. ¿No ves la luz?...La luz , esa extraña luz me envuelve, que viene a buscarme. ¿La habrás sentido rodearte alguna vez ? No creo. Sos más joven que yo, aunque no mucho...sí, no mucho más joven. Aquella tarde...pero no quiero pensar en aquella tarde. Me duelen los recuerdos. Todavía me duelen los recuerdos. ¿Por qué tienen que doler los recuerdos?¿Por qué no se los lleva el tiempo como el agua del río arrastra los deshechos? Como a vos, me gusta el agua del Riachuelo pero me duelen sus recuerdos. Como el de aquella tarde. Esa tarde junto a los barcos amarrados. Y esta luz que me llama. ¡Yo quiero pensar en aquella tarde junto al Riachuelo porque fui feliz! ¡Dejame pensar luz, dejame pensar!                  

  ¿No te lo dije? No, no te lo dije. Nunca pude decírtelo, hijo. ¡Cómo voy a decírtelo si apenas naciste te arrancaron de mis brazos! Benito, por mí te puse Benito. Y Juan por él. Me parece que te lo dije pero la luz no me deja pensar bien. Ya casi no puedo pensar, pero me duelen los recuerdos. Todavía  duele el de Juan en mí. Acá adentro me duele. Vos no, vos no me doliste, no sé qué te dijeron pero vos no me doliste. Me dolió tu ausencia. No me dolió tenerte, me duele tu ausencia. Todavía me duele. Me desgarra tu ausencia. ¿Podés entenderlo? Yo pienso que no pero la luz me dice que podés entenderlo.    

  La luz...es colorida esta luz . A vos también te gustan las luces de colores, yo lo sé porque miro tu cuadro. Está lleno de colores tu cuadro. De barcos, de  mástiles y aparejos. ¿ Qué te estaba contando? Ya recuerdo. Vos te dejaste Martín. ¿Sabías que no era otro nombre? La luz me dice que está bien que te dejaras el Martín, que lo agregaras al otro apellido y que te olvidaras del Juan. Porque fue él el que no te quiso. Tampoco mi padre. Yo sí te quería. Por eso te puse Benito, como yo. Y te dejé la mitad mi pañuelo; a escondidas te lo dejé cuando te llevaron. ¿Tenés aún esa  mitad de  pañuelo? Yo lo bordé sin que me vieran. Para vos, mientras crecías en mi vientre. ¡Los engañamos! La luz me lleva. ¿Qué quería decirte? Yo me llamo Benita, como vos me llamo. Y Martín. Benita Martín. Y no me importó nunca que te pusieras el de tus otros padres antes que el mío.  Benito Quinquela Martín. Dulce  nombre.                                                               

Me voy, hijo. Me voy en la luz…¡Ay, bendita aparición, dame la mano!¿Sabés que ya no me duelen los recuerdos?

Haydée Norma Podestá
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domingo, 8 de diciembre de 2013

LA PROPUESTA


La lluvia golpeaba secamente contra el pavimento. Una luz indiscreta se escapaba de la ventana del bar para reflejarse en los charcos. Tapados con un par de diarios, una pareja corría hacia el refugio del bar. Al entrar, dejaron los diarios en el paragüero y se sacudieron los pies.
-Vamos a aquella mesa- dijo la mujer señalando un rincón.
-Está bien. Parece la más segura.
Con decisión se acercaron a la mesa y se sentaron uno frente al otro. La mujer retomó las últimas palabras del hombre.
-¿Te importa la seguridad?
-En este momento sí.
-A mí me parece un momento como cualquier otro...bueno, no; en verdad,lo esperaba.
-Yo no estoy tan tranquilo.¿Vos estás segura de que no hay nadie más allí adentro?
La mujer se encogió de hombros.
-A seguro se lo llevaron preso.
-¿Qué querés decir?
-Ja, ja, ja...Estaba bromeando. No hay nadie.
El hombre recorrió con la mirada el ambiente del bar. Una chica detrás del mostrador secaba los vasos. El mozo iba y venía entre las mesas donde tres parroquianos miraban la televisión.
-Parece un lugar tranquilo.- Miró a su compañera.
-El barrio es tranquilo...Todos los lugares son tranquilos Jaime. La tranquilidad depende del estado de ánimo de cada uno.
La mujer puso su mano sobre la de su compañero.
-¿Te parece?
-Sí, tranquilizate. Parece que fuera la primera vez. Pedime un café.
-¡Mozo, dos cafés!
-¿Querés dejar de golpear? ¡Cortala con los dedos sobre la mesa!
-Estoy tranquilo.
-Sí, ya lo veo...ya lo veo.- La mujer miró hacia la calle y sonrió.- Está dejando de llover. Vamos Jaime. La pieza está abajo.
-Esperá un poco. A lo mejor...
-¡Te digo que vamos! Seguro que ya se durmieron.
-Termino el café...esperá...termino el café.
La mujer se había parado y se acomodaba el pelo.
-Pagá al mozo y vamos. Vamos. ¡Vamos!
-No sé si quiero ir.
-No te vas a echar atrás ahora. Estoy segura. Vamos. tengo ganas...
El mozo vino a cobrarles. Jaime le pagó y rechazó el vuelto. Después se puso de pie y desapareció por el hueco del baño. La mujer se acercó a la puerta. Casi no llovía. Jaime salió por el pasillo y caminó hacia  la mujer.
-Vamos-le dijo ella sin mirarlo-
-¿Estarán ya dormidos?
-Seguro. Crucemos. Ya es tarde.
-¿No hay nadie más?
-No...están solos. Solos y dormidos. Es fácil.
-Bueno, vamos.
Jaime se adelantó a la mujer mientras en su mano apretaba una navaja.

Haydée Norma Podestá
Derechos reservados

jueves, 5 de diciembre de 2013

LA CASA Y EL CÁNTARO



No sé por qué duda de mi palabra.
Tal vez porque usted no entiende lo que es vivir en esa casa.. No es una casa como las otras. Es una indignidad de casa. ¡Si la viera! A lo mejor, hace muchos años atrás haya sido una buena casa. No se lo niego. Pero...¿hace mucho que no va por allí?
¿Sabe lo que es cada día atravesar ese matorral que llaman pomposamente "jardines"? Es una guarida de perros salvajes que al menor descuido lo atacan a mordiscones. A las paredes, de tanta humedad, ya ni revoque les queda; puertas desvencijadas y ventanas que golpean con el viento...tum...tum...tum...tum...parece que martillearan la cabeza.
No me mire con desconfianza. Es así, como le digo. Además esa casa tiene vida propia. Se le ocurren cosas y se las trasmite a uno en la cabeza. Yo las siento aquí, ve, aquí, en el medio de la frente. Ella hace que sus ideas se apoderen de uno. Y eso pasó también con el cántaro de barro. Me hablaba, ¿sabe?, me insistía..."Soy el lugar ideal" "Animate, no seás zonza"...Día tras día, hora tras hora, minuto a minuto. Ni de noche me dejaba descansar .
A la vieja, la dueña de la casa, le gustaba ese cántaro; tal vez porque era tan viejo como ella.  Yo miraba el recipiente, lo agarraba a  escondidas, lo daba vuelta entre mis manos y un día, no sé cómo supe que él también me alentaba con las mismas ideas que la casa. Ahora eran los dos que me insistían “No seás cobarde” “¡Hacelo! ¡Vos sos capaz!”  Tan fuerte me  hablaban  que tapaban los gritos de la vieja cuando me ordenaba una cosa tras otra y me llamaba “¡Inútil de mierda!¿Cuándo vas a aprender a ser útil? Apestosa como el sinvergüenza de tu padre. ¡Otra buena pieza! Desapareció sin dejar rastros  y encima tuve que cargar con vos.” Yo odiaba esa voz destemplada que me hablaba mal de mi padre. Cuando él estaba el jardín se cuidaba. No era mala persona mi padre.
En cambio, la voz del cántaro era más dulce; no me menospreciaba; me hacía sentir alguien, alguien con valor. Y su boca se agrandaba cada vez más ante mis ojos. Me invitaba a darle una solución a mis miserias.
Hasta que no aguanté más, tomé el hacha de la leñera, busqué a la vieja en su cuarto y la fui descargando sobre ella; primero con todas mis fuerzas y después más lentamente, con placer, mientras la sangre empapaba mi ropa. Pero yo sabía que no era mi placer. Era el placer de la casa, el placer del cántaro que ya no soportaban más las voces agrias de la vieja. Les hice caso, la fui cortando en trozos y arrojándolos en el recipiente que se retorcía de felicidad en tanto la casa salmodiaba una letanía de liberación.
¡No vuelva a decirme que no me cree! Es así…Si ese maldito perro no me hubiese seguido y enredado entre mis piernas justo cuando pasaba delante de la comisaría, el cántaro no se hubiera roto contra el suelo y usted, señor comisario, nunca sabría que la casa se vengó finalmente de la vieja que la llevó a la ruina.

                            
Haydée Norma Podestá
Derechos reservados