martes, 16 de agosto de 2011

LO QUE CALLAMOS.


Mi vida fue inconscientemente feliz hasta casi mis quince años.
Si pienso en esa etapa anterior al primer gran dolor que experimenté, todo en ella contribuyó para hacer de mí una persona con gratos recuerdos de su infancia.
El haber nacido y crecido en la  casona que edificó mi abuela paterna según la que su familia tenía en Milán, con sus techos altos y las grandes habitaciones con ventanas enormes que nos servían de vías de escape a mi hermano y a mí en las largas siestas del verano, el haber correteado por los senderos de su jardín, trepado a las altas casuarinas, hecho collares con los conitos de los eucaliptus, tostados los piñones de las araucarias, desgajado los naranjos y el mandarino para sacar sus frutas dulces y jugosas o tenderme a la sombra de la vieja parra de uvas blancas para inventar dibujos en las nubes, entre miles de otras actividades que nos ponían en contacto directo con la naturaleza, contribuyó a afianzar en mí esta necesidad permanente de libertad, acuñada en un pedazo de suelo que me dió raíces para crecer, alas para volar y mi lugar en el mundo.
Yo elijo siempre guardar los bellos recuerdos de todas las situaciones y etapas de mi vida porque tuve una infancia feliz, arrullada de mimos y abrazos; porque en ella aprendí que lo que perdura para hacernos crecer y elevarnos espiritualmente , lo que no daña al alma, es elegir lo que te  despierta la sonrisa en los labios y descartar lo que te frunce el ceño.
Sin embargo, hay un dolor que vive instalado en mi nostalgia de los años sin preocupaciones.
Mi padre fue una figura muy fuerte, muy importante en mi vida.  Era un hombre alegre, que jugaba con mi madre, mi hermano y yo cuando llegaba del trabajo; que nos leía cuentos y nos relataba historias de extraterretres cuando, sentados en los escalones de mármol del porche del frente, las noches cálidas del estío, mirábamos las estrellas y aprendíamos sus nombres. Con mi padre comencé a recitar "El Fausto" de Estanislao del Campo, mientras lo miraba afeitarse o a cazar ranas atrapándolas con la mano en la laguna que desapareció cuando el progreso trazó la Avenida de Circunvalación. Con mi padre compartíamos la pasión por el cine y fue mi padre quien me subió sobre una moto a los doce años y me explicó cómo dominar al viento.
También mi padre me enseñó el valor de las palabras. En los dos eneros anteriores al de su muerte, fallecieron un hermano y una hermana suyos, jóvenes aún. En una de esas ocasiones, hablando del dolor y de la muerte, me enseñó que las palabras de amor o de cariño no les sirven de nada a los muertos; que las cosas buenas que pensamos de los otros debemos decírselas en vida, cuando pueden ser oídas y apreciadas por los seres que amamos o que admiramos...y que, antes de decir algo desagradable a alguien, lo pensara muy bien y reflexionara si valía la pena ser dicho.
Mi dolor, ése no cerrado, es que la muerte me arrebató súbitamente a mi padre cuatro meses antes de cumplir mis quince años...y me quedaron en el corazón y en los labios montones de palabras de mi amor de hija que no pude decirle nunca...
Por eso, no te olvidés de decir en vida a las personas que amás, cuánto las querés...Lo que se calla para después, puede llegar demasiado tarde. Cuando, tal vez,  podemos gritar al viento las palabras no dichas...pero ya no podrán ser escuchadas por  los oídos para los cuales fueron pronunciadas.

Haydée Norma Podestá
Rosario, 16 /8/11
Santa Fe, Argentina

7 comentarios:

Haydée Norma Podestá dijo...

COMENTARIO DE ELENA ARGENTINA CALDERÓN EN "PUBLIMENTAR"
Elenita dijo...
Haydée, no te imaginas como me emocioné al leer tu relato. Maravillosa tu infancia y esos recuerdos tan vívidos, llenos de ternura, amor, comprensión y de ese legado de principios que los buenos padres suelen dejar a sus hijos.
Es tan cierto lo que dices... pero seguramente tu papá, sabía muy bien cuanto lo amabas, aunque no se lo manifestaras con palabras.
Puedo decirte Amiga querida, que cuando hay un amor tan grade, las palabras no son necesarias, es suficiente con los gestos, las miradas y las actitudes para con las personas que convivimos.
Tengo dos nietitos uno de cuatro años y el que le sigue, cumplirá también cuatro en pocos días...
Ellos me dicen: Abu te amo... Abu eres muy linda...
Y a mí ¡¡¡Se me caen las medias!!! Pero más de una vez con solo mirar sus ojitos y la forma en que me miran, sé de su amor, porque se trasluce en sus miradas.
Es algo maravilloso y sé, te aseguro Heidi, que tu Papá sabía cuanto lo amabas, aunque no se lo expresaras a través de la palabra.
Te quiero mucho Amiga, sé que lo digo a menudo, pero no por ello es una frase hecha, es algo que nace de mi corazón, que reboza de alegría cada vez que tengo oportunidad de comunicarme contigo o con las personas que hacen que mi vida tenga un sentido tan especial.
Besitos de Luz.
Cuídate mucho.
Elenita
16/8/11

Haydée Norma Podestá dijo...

COMENTARIO DE PABLO AVENDAÑO EN "PUBLIMENTAR"

Anónimo dijo...
Me ha encantado tu forma de enfocar todos tus recuerdos de niñez y adolescencia, pero sobre todo, coincido plenamente con la forma de ser de tu padre y sus palabras llenas de sabiduría, te felicito por todo ello y te mando un abrazo de amistad desde Madrid, España. Pablo
16/8/11

Haydée Norma Podestá dijo...

COMENTARIO DE SERGIO AMAYA EN "PUBLIMENTAR"
Querida Haydée, hermosos recuerdos guardas de tu infancia y muy gratos y amorosos de tu padre, quien, no dudo, ha guiado tus pasos en tu vida. Felicidades. Besos. Sergio
16/8/11

Haydée Norma Podestá dijo...

Nieves María Merino Guerra dijo en "Publmentar 1"
ES MARAVILLOSO, HAYDÉE, CARIÑO.ADEMÁS DE RELATARLO CON MAESTRÍA, ÉSOS RECUERDOS DE INFANCIA SON FANTÁSTICOS...Y TU PADRE, UN EJEMPLO. ERAN OTROS TIEMPOS. OTRA EDUCACIÓN.NO SE DECÍA 2TE QUIERO" CON LA FACILIDAD Y CONFIANZA CON QUE LO DECIMOS HOY. SE DEMUESTRA CON HECHOS.COMO DICE SABIAMENTE ELENITA.SEGURO QUE ÉL LO SABÍA, DE LA MISMA FORMA QUE TÚ SABÍAS CUÁNTO TE AMABA ÉL. TUVISTE UNA INFANCIA DE ENSUEÑO. NO TODOS PODEMOS DECIR LO MISMO.ÉSOS RECUERDOS Y ÉSAS EXPERIENCIAS QUEDAN GRABADAS EN EL ALMA PARA SIEMPRE. COMO PROFESORAS, SABEMOS LA IMPORTANCIA Y LO QUE MARCA LA PERSONALIDAD DE LAS PERSONAS LOS PRIMEROS AÑOS DE VIDA, LA NIÑEZ. Y LA TUYA , DESDE MI PUNTO DE VISTA, FUE ENVIDIABLE. BENDITA SEAS. ÉSO SE LO DEBES A TUS PADRES. ERES UNA GRAN MUJER. Y SEGURO QUE TUS HIJOS Y NIETOS TAMBIÉN SON GRANDES PERSONAS.
ME HA ENCANTADO CONOCERTE MEJOR, AMIGA DEL ALMA. TE QUIERO MUCHISIMO, TESORO. MAS DE LO QUE IMAGINAS. ME SIENTO EN TOTAL EMPATÍA CONTIGO.
ENHORABUENA POR TU RELATO. ME HA ENCANTADO.
BESOS ENORMES CON TODO MI CORAZÓN.

16 de agosto de 2011 17:17

Haydée Norma Podestá dijo...

Néstor Lombardi dijo en "Publimentar 1"
¡Con qué facilidad entrás al alma de tus lectores! Los emocionás, les hacés sentir el placer de la vida y les hacés pensar que la "piba" que tenés en tu interior, se regodea, aunque con cierta tristeza, con la visualización mental de un gran padre.
Un beso enorme, Néstor

17 de agosto de 2011 10:07

beatriz leibovich dijo...

Haydée !!que hermoso este recuerdo!!! me gustó , bueno todo lo que escribis me encanta ,
ya te lo dije

silvia rumi dijo...

holaa...llena de otros trabajos llego a tu blog donde mostrás tu alma sensible y amorosa; un orgullo que me hayas elegido para los comienzos de tu parto como poeta y escritora,cuánto caudal que ahora derramás para bien de todos ...te quiero mucho Silvia