domingo, 14 de junio de 2009

UN PEQUEÑO RECUERDO

Marcucci, no recuerdo el nombre de pila porque lo llamábamos así, Sr. Marcucci, fue mi profesor de historia en tercer año. Historia argentina. Con él aprendí a descubrir los entretelones de entrecasa que hacían de los próceres personas de carne y hueso, con virtudes y defectos, con sueños y fracasos, muy lejos del mármol o del bronce. Pequeñeces de la vida doméstica que me enseñaron a entender, a amar la historia y a aprender que cada cual es responsable de escribir la suya propia... que somos el protagonista principal de las aventuras vivenciales a las cuales nos atrevamos. Después, vienen los hilos que nos enlazan a las historias de los que toman contacto con nosotros...y vamos completando el entramado de la tela de la existencia.
Pero en ese abanico de posibilidades que se dan en las puntas de los hilos del prójimo que llegan para anudarse a los propios, existe potencialmente la libertad de elegir cuáles aceptamos para escribir la historia personal y cuáles rechazamos o no les damos importancia. Porque intuitivamente vamos buscando -yo voy buscando- qué colores armonizan con los de nuestra propia tela. Hay colores negativos que buscan enfermar la felicidad ajena porque ni saben hacer felices a quienes los rodean ni siquiera pueden ser felices ellos mismos...son colores para descartar apenas llegan pues ponen una mancha oscura en los diseños más bellos rompiendo la armonía original que vamos creando. Tal vez les prestemos un momento nuestra atención pero su carga negativa nos llevará naturalmente a desecharlos y se alejarán intentando buscar otros entramados de vida donde insertarse.
A todas estas reflexiones me llevaron una de esas puntas inarmónicas con mis principios vivenciales que, en su fallido intento de anudarse a mi trama, sin ningún sentido, porque mi urdimbre comulga con los colores del arco iris y los negros sólo resaltan con su sombra la luminosidad de los blancos, recordáranme a Marcucci y unos versos de la sabiduría popular que nos recitó un día...
"Mala es la soledad del hombre
pero peor todavía
es la soledad de dos
en compañía."
Sabiduría popular que retorna a mi mente cada vez que compruebo que las horas de mi soledad son las que yo elijo para meditar sobre mis cosas, para mi retiro espiritual, y que mi soledad tiene la compañía de todos los afectos positivos que bordan pájaros de luz en el entramado de mi vida.

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