viernes, 1 de julio de 2011

UNA HISTORIA QUE OLVIDAR - Autora: Nahir Bernal Makovac

Nahir Bernal Makovac tiene actualmente 11 años pero escribe desde más niña. Es asistente a los talleres literarios para niños y adolescentes  de la escritora rosarina Silvia Florentino. El arte es su ambiente cotidiano ya que también participa de los talleres de arte de su mamá Erika Makovac, artista plática. Por la rama de su familia paterna está emparentada con Quico y Silvana Rubulotta, ambos, padre e hija, dedicados a la música. Este es su segundo cuento, producido en el mes de junio de 2011. Más allá de los elementos que pudieran hallarse en él factibles de perfeccionamiento, me pareció muy buena la idea de publicarlo, pues tiene el germen de alguien que puede llegar a destacarse en las letras. Y no dudo de que así será pues Nahir tiene muchas ganas de aprender y progresar en este inmenso amor por la palabra que tan tempranamente se manifiesta en ella.
¡¡Nahir, te deseo que tus sueños se concreten en proyectos y que tus proyectos se hagan realidades que te llenen de satisfacción al poder cumplir con tu vocación de escritora!!
Te quiero mucho, niña dulce y etérea; un beso enorme. Haydée.





Leer es lo mío, pero ya no lo hago, casi desde que tengo memoria. A Antonie, no le agradan los libros, dice que le molestan tantas palabras juntas en una sola lectura y  que eso de leer y escribir no tiene sentido y te perjudica los ojos.
 Desde los treinta años que estoy enamorada de Antonie; jamás lo critiqué y hasta rechacé mi sueño de escritora por él.
Antes era gracioso, amoroso y yo adoraba su sonrisa; ahora te mira con esos ojos tan negros que  te hacen sentir culpable. Es algo incomprensible, fuera  de lo común.
Sus manifestaciones tenían un silencioso NO en las notas musicales de su voz,  las que ya se habían desvanecido de tanta mala onda, como se dice ahora. Los almuerzos eran “silenciosos” y las cenas… ¡mejor no hablar de ellas!
Los problemas se agrandaban cada vez más y el amor era una rosa marchita, o para olvidar. El teléfono siempre interrumpía  nuestras discusiones, y los números que se marcaban todos los días, eran una salvación. Siempre llamaba a mi hermana Laura para que me consuele, pero ella no daba para más problemas míos; todos los días eran lo mismo.
Las palabras esdrújulas se nos acabaron, la lingüística se nos burlaba, y la comunicación no mejoraba. Siempre había un micrófono que aturdía o un tren que tardaba en llegar y la suciedad en su mirada desconcentraba. Yo ya  tengo setenta y nueve años y no estaba  de ánimo para discutir con él.

Uno de esos días Antonie se descompuso, justo el mismo día que mi hermana Laurita murió. Ésa fue mi peor semana.
A veces miro mi escritorio; allí están mi lápiz y mis papeles. No entiendo por qué  los he dejado preparados. Sabía que jamás iba a escribir, además imposible luego de lo que había ocurrido.
Cada día al verlos ahí me siento frustrada, pero no me puedo controlar… ¡deseo escribir!
-          Tal vez ya que no está Antonie podría aprovechar… pero me voy a sentir tan culpable.- Bueno, sé que él entenderá.

Empecé con… “Leer es lo mío”… luego continué, ya lo tenía todo planeado.

Hoy martes 13, fui a ver a Antonie, que estaba en terapia intensiva; por suerte me dejaron pasar pero solo 10 minutos.
Hablé con Antonie…
-         - ¿Sabías, amor?... estuve escribiendo un libro.
-          -¿Qué? ¡Sin mi permiso!
-          -Pero, pensé que tal vez ayudaría a nuestra economía y podrías seguir con vida, porque te podré pagar la operación.
-          -¿Y qué le dan a un escritor por escribir?
-          -Mucho, además de ser un orgullo.
-          -¡Pamplinas!, un escritor no se merece nada, solo escribe, y la gente solo gana conocer una historia más.
-          -Pero una historia que se merece conocer; no una historia como la tuya, un pobre hombre irrespetuoso con heridas por dentro,  que lastiman todo tu ser y a las personas escritoras que no se merecen tu mala conducta; ellos tienen más felicidad, no les importa el dinero como a ti.
-         - Le hablas al hombre que te dio techo y comida toda la vida.
-          -Y parte de este techo te lo daré yo, así que deberás entender que no eres el pupo de este mundo y no me dirás lo que haré el resto de mi vida.
-          -Pues te queda poca
-          -Sí, es posible, pero  parte de ella la tuve junto a ti y no me di cuenta de quién eras realmente.

Salí con lágrimas y arrepentida, pero no quería dejar mi historia, quería seguirla para demostrarle a todos cuánto valgo. Aún me seguía dando vueltas la intriga de lo que deseaba contar,  y no quería despegarse de mí ahora, sin embargo, no dejaba de pensar en esa charla, me sentía culpable.
-          ¿¡Ay, Juliette qué hiciste, en qué pensabas!?
Qué tonta que fui al suponer  que aceptaría… pero eso no me impediría seguir mi historia, porque él nunca podría dominarme; es lo que siento ahora y no lo cambiaré.
No podía pensar en el futuro, este era mi presente, y no tenía más vidas, como en esos juegos de  mesa actuales; los de antes eran las damas o el ajedrez pero no había en ellos enemigos.

Tin-Tin-Tin-Tin… tocaban el timbre…
¡¡¡CARTERO!!!... gritaron.
-          -¿Qué tiene para mí?
-          -Mucho, dos de su prima y una del hospital.
-          -¿Hospital?
-          -Sí, así dice.
¡Pum! De manera abrupta cerré la puerta

-            ¿Qué habrá  pasado ahora?
        Leí la carta
Estimada Juliette:
Logramos hacerle la operación a su esposo, pero  no funcionó. Ya que usted no tiene teléfono recurrimos a esta  carta, porque era la única forma de comunicarnos con usted. Es muy triste pero su esposo tenía una enfermedad muy grave y en un momento dudamos  de salvarlo, y así fue, la operación no funcionó. Es triste tanto para nosotros como para usted, Juliette. Admitimos que es  usted una persona amable pero  su esposo Antonie se alteraba mucho y sufría de malestares. Ya que con usted surgían problemas  y discusiones, decidimos mandarlo a un lugar donde los dos pudieran charlar, pero a la semana murió. No pudiendo hacer nada de nuestra parte.
Atentamente: Hospital de Rosario Argentina nº 1595.
Quedé sorprendida, angustiada… no dejaba de llorar y pensar que mis últimas palabras fueron contra él.

Tres meses   después, estaba escribiendo mi historia, que trataba sobre esto.
Qué triste era… además  nunca se sabe lo que en ese futuro ¿o presente?, me espera… solo llorar, y llorar.
Tan triste, tan sola, tan confundida, hablando con la pared sentía un vientito que me rozaba y que me hablaba en idiomas, como lo hacía Antonie, me ponía a estornudar y sentía ¡Salud! De otras voces o…en mi mente.

Hacía cinco meses que escribía el relato permanentemente; no me juntaba con nadie ni le escribía a mi prima, ella ya debía pensar en otras cosas.
¿Qué hacer?, me preguntaba; escribir era lo que me quedaba, cerrar un libro con perfume a amancay y a rosa, ya marchitas. Continuaba ahí el libro, y yo, sin hablar, con un sueño que cumplir…

-Terminé, ahora sólo me queda una historia que olvidar.

Nahir Bernal Makovac (11 años)
Rosario, Santa Fe, 22/06/2011
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