viernes, 13 de febrero de 2009

PRESENCIA

El pensó que era una ráfaga de viento. Se había colado de pronto por la ventana entreabierta y despeinó sus cabellos. Después refrescó su frente y se mezcló con su aliento.
Él imaginaba que ese perfume a jazmines venía del jardín, invadiendo la habitación, rodeándolo tiernamente, como apretándose contra su pecho.
Él creyó que era el ruido de la lluvia en los cristales; pero el susurrar del agua extrañamente salmodiaba una melodía que resonó en cada rincón de su casa...Un murmullo monótono y continuo donde supuso oir..."te quiero...te extraño...te necesito..."
Él veía subyugado el brillo en las estrellas como haces de luz, originados millones de años antes desde su punto de origen. Esa luz que penetraba la mirada mantenía sus ojos prendidos en la inmensidad.
Toda su vida se presentó como una incolora serie de diapositivas en su mente, pasando raudas hasta que se detuvo en ésa...la de los recuerdos punzantes...la del no ser que se instaló en su vida...la del adiós forzado... Ésa, estallando en una gama inacabable de rojos de ira, de rabia, de amor, de pasión, de dolor,de impotencia. Ésa. Sólo ésa.
Al instante, percibió una presencia tendida a su lado. Como un calor impalpable encendiéndose en cada centímetro de su piel. Lo estremecía la levedad de unos dedos recorriendo lentamente su espalda. Su soledad se hizo menos sola. Cerró los brazos como queriendo atrapar ese fantasma...un desesperado abrazo al aire.
No pudo contener una exclamación de sorpresa.
Un cuerpo cálido y latiente de mujer se pegó al suyo, sólido, concreto, vivo...Comprendió entonces el valor de esa ráfaga de aire, del perfume a jazmines, del susurrar de la lluvia, del brillar de las estrellas.
Su amor era tan poderoso como para transportar la imagen amada a través del tiempo y del espacio...para fundirse ambos en una sola carne y dormir la eternidad confundidos en un beso sin final.

Haydée Norma Podestá

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