Hoy la
soledad abruma.
Entreteje
la telaraña de sus cantos de sirena
inmovilizando
la sangre en las arterias.
Todo en mi
cuerpo se detiene.
Hasta el
órgano vital
pausa un
latido
bajando el
pulso.
Un suspiro
se escapa
y en el
leve rastro de su aliento
galopan los
dolores que arrastro
desde el
fondo del tiempo
por mi
senda.
Agonizo en
la suma de las horas
interrogando
los por qué
a mi
materia.
El alma es
inmortal.
No sabe de
espinas ni gemidos.
Las células
de mi ser terrenal
son las que
vibran
en el diapasón
discordante
que me
aturde.
Hoy ví los
rostros sonrientes de los otros,
los que
fueron elegidos.
Los que
compartieron su alegría
en la
ignorancia
de que mi
corazón
sangraba
gota a gota.
Empapo mi
índice
en la
caliente sangre que coagula
para escribir
en la frente de los ángeles
mis
delirios y mi deseo de no ser más en esta vida.
De diluirme
en el éter
que
circunda este pobre cuerpo
que casi no
respira
para poder
dormirme
en el
abrazo de la tierra
donde
volveré a ser polvo
y cenizas.
Hoy
llegué a la
cumbre
de mi pena
y ya no
deseo estar viva.
Pero mañana
saldrá de nuevo el sol,
la noche
devendrá en día
y seguiré
caminando
mi camino
con la
máscara falaz de una sonrisa
en tanto
espero
el momento
final de mi destino.
La vida
late a pesar mío
y debo
vivirla
día a día.
Haydée
Norma Podestá
Rosario,
9/12/15
1 comentario:
Un placer haberte descubierto en Diciembre
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