Ya no tengo deseos
de atropellar los muros
que dibujan barreras a mis ansias
de locos sueños.
Yerma y vacía la pradera
de mis correrías
tras las quimeras,
me he sentado a descansar el alma
bajo la fronda
de este árbol que me acompaña
desde la infancia.
Hundo mis dedos
en las raíces que afloran
desde la entraña misma
de tibia tierra
como buscando soles perdidos
de sueños locos
que su alma verde
alimentara junto a los míos.
Él me precede
en la aventura llamada vida;
creció conmigo
acariciando mis confidencias
con la ternura
de su follaje;
y el rumor de la brisa
en sus agujas verde profundo
desflorará la risa
de otros ensueños
cuando me vaya.
¡Mi casuarina!
Raspa tu tronco con leve roce
mi rostro tenso
por las ausencias indescifrables.
Calma mis miedos
el gorgojeo de tus calandrias
mientras el silbo de un benteveo
llega de lejos.
La niña anida
en el recuerdo de tus canales
en tanto sangra tu dulce savia
los desencantos
de esta mujer
que hoy te abraza.
Río llorando, lloro riendo
las noches tristes,
las horas mansas,
y un fuego tibio, que me posee
al recordarlas,
funde mi carne con tu corteza
en la certeza de que mi alma
estará prendida a tus rumores
bajo este cielo,
cuando yo...parta...
Hola mi amigo,
adiós amigo,
mi hermano árbol.
Haydée Norma Podestá
Rosario, 4 de julio de 2010
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