Este cuento mereció el 4°Premio en el II Concurso de
Poesía y Narrativa “Luis Bernardino Negreti”, SADE (Sociedad Argentina de
Escritores) filial Junín, 2013.
¿Cuánto tiempo
hacía que Valentina vivía voluntariamente reclusa en la penumbra de esa
habitación que ella denominaba su claustro? El tiempo, que a veces pasa
lentamente y otras veces vuela impaciente, nada le decía, ya que, junto con el
encierro, había decidido no volver a darle cuerda al antiguo reloj de pie que
perteneciera a su abuela paterna. Por otra parte, la vieja criada, resabio de
mejores tiempos en la familia, que la atendía cotidianamente, era un fantasmal
contacto con el resto de la casa que ella se negaba a recordar como parte de su
existencia. A
su pesar, Valentina cada tanto rememoraba otros tiempos; aquellos de la infancia en que la casa se estremecía con
su risa y la de sus hermanos mientras corrían por las vetustas habitaciones de
sus ancestros o se deslizaban por los pasamanos de las escaleras hasta que los
detenían las grandes bolas de bronce que servían de remate a éstos. Eran los
días de su madre con su dulzura besucona y los de su padre, más serio y
distante, para quien los niños eran la consecuencia natural del matrimonio y la
continuidad segura del apellido en los hijos varones, a los cuales prestaba una
atención diferente que a las hijas mujeres. Eran cuando las historias
familiares se escribían con la alegría de vivir y las veladas atardecidas en el
salón grande que daba al jardín. Después la misma vida se fue llevando primero
a sus padres y luego a sus hermanas y hermanos varones, quienes se fueron de
este mundo solteros, dejando así caducos los sueños de posteridad del austero
jefe de la familia.
Entonces,
se fue encerrando sin darse cuenta en el cuarto que le servía de caparazón como
al caracol su casa, diferenciándose de éste en que no llevaba su casa a cuestas
mientras recorría el mundo de los vivos, sino que las cuatro paredes entre las
que transcurrían sus días la inmovilizaban en el fantasmagórico mundo de los
muertos. Sin
embargo, Valentina despertó esa mañana presintiendo que algo alteraría la
monótona
aceptación de su encierro. En la penumbra de su cuarto se movió como cada día
con el recuerdo exacto de la ubicación de los muebles mientras se vestía en
espera del llamado de su criada que llegaría como siempre con la bandeja del
desayuno. Miró a su alrededor las siluetas familiares, implantadas en sus
lugares correspondientes. Nada parecía fuera de lugar… ¿nada?
Sus ojos exploraron impacientes
respondiendo a la incómoda sensación que la iba poseyendo para descubrir el
motivo de su desazón.
Porque esa
mañana algo alteraba la umbría persistente. Atravesando el pesado cortinado, un
diminuto resplandor ponía una nota extraña, pues filtraba un débil rayo de sol
hasta sus manos.
Con
inexplicable esfuerzo se acercó, descorrió las telas desteñidas y abrió su
vida, después de tantos años, al sol de la mañana que la rescató con su luz
vivificante…mientras una polilla buscaba otro refugio donde esconderse.
Haydée Norma Podestá
Publicado en mi libro "Mundo real...mundo fantástico"(en edición)
2 comentarios:
Los espacios entre párrafos son capricho de la PC. No los pude sacar, así que quedan así en el blog.Haydée
Bello,muy bello, bellisimo!!!!
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