viernes, 13 de julio de 2012

MIS FOTOS DEL RECUERDO (2)


Los hijos de mi tía Amanda, hermana de mamá, y de mi tío Enrique, Osvaldo y Oscar Carbajales, fueron en los días de mi infancia "mis primos" tanto como Amanda fue "mi tía". Teníamos otros primos por parte de mamá y de papá pero eran bastante  mayores que nosotros y casi no los veíamos. Con el lugar de encuentro que significa Internet, Julia García, la esposa de Oscarcito, me ubicó ya que habíamos perdido contacto con los años y además ellos emigraron a Barcelona , donde actualmente viven .Para Julia fue regresar a sus raíces, ya que ella es española. Aunque ahora un océano nos separa, están las fotos, vivos testimonios del recuerdo. Aquí están Oscar y Julia el día de su boda.
De mi tía aún resuena en mi memoria el timbre dulce de su voz cuando llegábamos a visitarla y me decía "Hola nena" ; después, mientras mi madre charlaba con su hermana, jugábamos con mi hermano en el patio de baldosas rojas al que daban las habitaciones.



Aquí estamos, de izquierda a derecha, mi hermano Pirucho, mi cuñada Susanita, aún de novia con mi hermano, y yo, con el peinado "batido" que se usaba en mi adolescencia.
Recuerdo que para llegar al departamento de mi tía Amanda había que recorrer un largo y ancho pasillo, también de baldosas rojas, en donde jugábamos con mis primos al "cigarrillo 43", al "madre puedo, ¿cuantos pasos doy?"...y a otros juegos de esa infancia despreocupada y feliz que se ha sumido en la nostalgia. Infancia de libertad y de amigos, después de hacer la tarea escolar, responsabilidad ineludible si no se querían afrontar los enojos de los padres y de la maestra. Jamás se me hubiera ocurrido presentarme al día siguiente en clase sin mi tarea lista para corregir ni mi madre me lo hubiese permitido. Llegar de la escuela, almorzar y cumplir con los deberes era lo primero...tareas que hacíamos con mi hermano en lo de "las Vázquez", las maestras particulares de nuestro barrio que competían con " las De Las Navas", la otra familia de educadoras particulares por las que desfilábamos los chicos y chicas de Fisherton. 
Para llegar a la casa de las Vázquez, había que cruzar las vías del tren, dar un rodeo de cinco cuadras evitando al Club Fisherton y alcanzar a mitad de cuadra la entrada de su enorme casona de dos pisos, cosa poco usual en ese entonces en un barrio de grandes patios y jardines. Pero nosotros acortábamos camino yendo por la misma vía del ferrocarril porque de ese modo sólo caminábamos cuadra y media. Por lo general, avanzábamos saltando los durmientes de quebracho evitando las piedras que ponían para afirmarlos entre los mismos. Testimonio de esos saltos tengo en mi rodilla izquierda la marca de un resbalón que produjo mi caída sobre las piedras y la lastimó enterrando una filosa piedra de mármol blanco en ella. Puedo volverme a ver llorando, sentada en medio de  las paralelas férreas, sosteniendo entre mis manos mi rodilla herida, manando abundante sangre y con la piedra blanca tiñéndose de rojo. Y luego, llegar a casa ayudada por mi hermano donde mi mamá limpió y vendó la herida. Pero no sé por qué causa, una diminuta esquirla de la piedra quedó dentro de ella y al cerrarse, durante muchos años yo tocaba como un bultito firme en el sitio donde me lastimara...hasta que un día, mi cuerpo expulsó a la piedrecita invasora que se había enquistado y ví con sorpresa cómo salía como por una grieta de la carne y se perdía de mi vida para dejarme la marca blanquecina que ostento en mi pierna.



El momento previo a tirar las cintitas de la torta; las chicas solteras rodeando al novio. Estoy parada a la izquierda de mi primo, tomada de su brazo, mientras Susanita aparece sentada debajo mío.¡¡¡Qué delgadita que era!!!¡¡¡Y qué jóvenes todos!!!
Entonces mi cabello todavía tenía las tonalidades marrones de la miel , haciendo juego con mis ojos. Mis primos eran casi pelirrojos. Cuando comencé a teñir mi pelo descubrí que las fibras del mismo encierran también pigmentos rojos y que eso me impide usar tonos cenizas porque no sé por qué extrañas combinaciones, mi cabello toma una coloración verdosa que, aunque no me queda mal, resulta un poco extraña a los que me miran. Así que con los años, he cambiado mi color de nacimiento por el de los trigales maduros, como le gusta nombrarlos a mi poeta.


Sentados a la derecha, están mi hermano Pirucho, mamá y mi padre del alma, Victorio. Creo que ya he contado que mi padre falleció cuatro meses antes de mis quince años. Mamá se casó después con Victorio. Por civil y por iglesia, como correspondía en esa época. Lo extraño tanto como a mi padre y más de una vez desearía poder volver  a charlar con él sentados al sol de la siesta  invernal en el jardín de esta casa natal que me contiene.
Agradezco infinitamente la gentileza de mi prima Julia que se tomó la molestia de escanearme las fotos y hacérmelas llegar por correo electrónico. Yo conservo dos fotos de su boda que me regaló mi tía Amanda, una  donde estamos mamá, Victorio, Susy, Pirucho y yo y otra donde aparezco sola sosteniendo el ramito de flores de la torta.

Haydée Norma Podestá
Fisherton, 13 de julio de 2012






















1 comentario:

Lula dijo...

Querida prima, que buen relato de las fotos antiguas que te envié,cuantos años han pasado desde ese dia memorable,cuantos seres queridos que ya no estan,por suerte nos quedan las fotos...y nuestra memoria se reconforta con ellas.besos.