La oscuridad me ha invadido
rodeándome con sus brazos como un amante que, silente y sin desearlo, me
sorprende. Apenas un resplandor luminoso que llega reptando por la umbría del
jardín se cuela entre las cortinas y me recuerda que la luz existe. Como existe
esta pregunta que me ronda la cabeza, ¿por qué escribo? Salta desde mis
pensamientos al espacio indefinido donde estoy inmersa y va pegando sus letras
en las paredes como insectos luminosos sobre las líneas de un pentagrama.
Porque ahora siento que se hace canción en el silencio y voy inventándole
melodías mientras canturreo, ¿por qué escribo?...y pienso, ¿por qué escribo?
No lo sé. Escribo desde
siempre, desde que tengo memoria.
Escribo por una necesidad
imperiosa que me asalta de golpe, como un parto repentino, que me hace dejar
todo lo que tengo entre manos para volcarme con desesperación al papel.
Entonces, escribo, escribo, y no me siento en paz con mi espíritu hasta que
todas las palabras que invaden mi biológica necesidad de escribir se han
plasmado sobre una página en blanco.
Eso ocurre la mayoría de las veces, cuando se
desbordan las sensaciones de mi alma y se hacen un grito que las desahoga
impertinentes.
Otras veces escribo porque amo
la vida, donde los milagros cotidianos del
entorno se descubren ante mis ojos.
Me inspiran la brisa del otoño
cuando transforma en dorada lluvia las hojas de los paraísos. O la sinfonía de
colores ocres, marrones, lilas, amarillos de los liquidambas de mi barrio. O
intentar captar en una palabra la sensación acústica de las infinitas alfombras
de hojas secas desmenuzadas por mis pasos proyectados hasta esta senda otoñal
donde sigo amando la poesía.
Escribo porque vivo el reverdecer de las primaveras con
tanta esperanza como el continuo renacer de mis propósitos, borroneados en
cuadernos que olvido en los estantes de
mi biblioteca desde que era una niña y que, cada tanto, releo para reinventarme
escribiendo.
Escribo porque me moja la
lluvia y el sol me besa la cara. Porque existen los ríos, las montañas, los
cielos atardecidos y el susurro cómplice de los bosques. También las ciudades
con su geografía de cemento y de cables invasores de los retazos de cielo. Con
sus personas y personajes.
Porque me gustan los gatos, sobre
todos los gatos negros de ojos verdes luminosos, que refriegan contra mis piernas su ronroneo satisfecho. Porque, en las noches
solitarias, estremece mi insomnio la
pared lejana de ladridos que pone un horizonte a la intranquilidad de lo que
sucede allá afuera, a lo imprevisible, a los actos desconocidos de invisibles habitantes que son material para
mis historias.
Escribo porque me prolongo en
hijos y en nietos y brotan de mis versos canciones de cuna y cuentos de
piratas. Y esos otros cuentos que se inician en lo que me pasa en este mundo de
mi realidad…pero también en el mundo de mis fantasías, universo paralelo
donde puedo ser lo que yo quiero, heroína,
aventurera, noctámbula callejera, siempre distinta, y no lo que me impone la vida.
Escribo porque me ilusiona el
amor, aún ahora; los que fueron, los que son…y los que llegarán algún día. El
amor posible, el que deja dulces recuerdos y ese otro amor, lejano e imposible,
que colma mi necesidad innata de ser amada
Escribo porque las letras son
el milagro que encadenan las palabras que arman oraciones con las que digo lo
que pienso y lo que siento. Porque me fascina ese mundo de verbos y de
sustantivos que puedo enlazar a mi antojo para llegar al otro y sentir que mis
palabras dejaron de ser mías para hacerse carne en formas de pensar que pueden recrearme de cien
maneras distintas…pero sobre todo me maravillan los adjetivos de mi lengua,
toneladas de adjetivos de los que puedo hacer uso y abuso para cambiar, como un
mago, una palabra en otras muy diferentes.
O tal vez escribo, porque “es
la tinta la sangre del poeta”…y mi sangre necesita derramarse en ríos de tinta
para recorrer las venas de la tierra
haciéndose voz en todos los rincones del planeta…mágica revancha a la realidad
de mi persona, fiel habitante de la casa paterna, mi pequeño lugar en el mundo, donde puedo
escribir relatos de los que ha sido testigo la misma en casi cien años de
historia.
Haydée Norma Podestá
6/6/2019