Se refugió en el hueco de mis manos
la distancia.
Hizo un nido de magnolias,
de agridulce limonero,
de jazminero en flor
y de suspiros de calandrias.
Anidó kilómetros de senderos
en mis palmas
uniendo el polvo sutil
que los recubre
con el aroma a azahar de mi ventana.
Recogió los sonidos de la vida,
el silencio de las madrugadas
y ese tinte que marca el horizonte
cuando se duerme el sol
en el maternal regazo de la tarde.
Penetró mis entrañas
la distancia.
En vano quisieron rescatar mis ojos
la métrica forzada
de la lejanía
surcada de alambrados de mis pampas.
Me encadenó a mi río
la distancia.
No me dejó escuchar
los cantos apremiantes de sirenas
que hacían de mi cuerpo una paloma
para poder sobrevolar a mis quimeras.
Fue un grillete en mis tobillos
la distancia.
Por eso estoy aquí, acurrucada,
en las palmas ahuecadas de mis manos,
como un sueño imposible
que ofrendó sus alas
en un altar impiadoso
de distancias.
la distancia.
Hizo un nido de magnolias,
de agridulce limonero,
de jazminero en flor
y de suspiros de calandrias.
Anidó kilómetros de senderos
en mis palmas
uniendo el polvo sutil
que los recubre
con el aroma a azahar de mi ventana.
Recogió los sonidos de la vida,
el silencio de las madrugadas
y ese tinte que marca el horizonte
cuando se duerme el sol
en el maternal regazo de la tarde.
Penetró mis entrañas
la distancia.
En vano quisieron rescatar mis ojos
la métrica forzada
de la lejanía
surcada de alambrados de mis pampas.
Me encadenó a mi río
la distancia.
No me dejó escuchar
los cantos apremiantes de sirenas
que hacían de mi cuerpo una paloma
para poder sobrevolar a mis quimeras.
Fue un grillete en mis tobillos
la distancia.
Por eso estoy aquí, acurrucada,
en las palmas ahuecadas de mis manos,
como un sueño imposible
que ofrendó sus alas
en un altar impiadoso
de distancias.
Haydée Norma Podestá
Fisherton, 3/9/16
Fisherton, 3/9/16